Cultura De Fado
Ramón Gª Ovide
Presidente Asociación Amigos del Fado de Asturias
Quizá debería empezar diciendo que escribo estas estas
líneas sin otra pretensión que dejar constancia de mi propio sentir, de mi
experiencia y de mi particular forma de entender la cultura del fado que da
título a este texto. Tras ir conociendo poco a poco este canto, he comprendido
que un fado es para mí mucho más que una simple canción. Es un lenguaje con el
que el cada portugués da a conocer sus alegrías y sus penas, una forma de
expresión que hermana en el terreno y en el tiempo a todo un pueblo, un nexo
entre su historia, su literatura, su gastronomía, sus festejos, su religión,
etc.
He intentado recabar en mi memoria, los primeros recuerdos
que conservo ligados al fado y con viveza me llegan a la mente aquellos años de
mi infancia en San Juan de la Arena. Corría el año 1956 cuando con tan solo
ocho años pude escuchar a la que entonces era la mayor y casi única
representante de la música portuguesa de la época, la gran Amalia Rodríguez
entonando “Una casa portuguesa”.
Pasarían los años hasta que en 1989 durante un viaje
vacacional con mi familia a Lisboa sintiese revivir ansioso ese deseo de
acercarme a escuchar esa música maravillosa que permanecía latente en mí a la
espera de ser descubierta en todo su esplendor. En el lugar en el que nos
alojábamos, una de las guías recomendaba tomar un taxi y dejarse llevar por los
taxistas a aquellos lugares donde el fado se daba cita cada noche. Sin embargo
no fue posible hacerlo. El horario nocturno en el que se desarrollaban los
espectáculos impidió que así fuese, habiendo que dejarlo para otra ocasión.
De nuevo pasaron los años. Sería en 2002 cuando la pasión
por el canto lisboeta, renació en mí tras tanto tiempo aletargado e inundó mi
corazón para ya nunca más marcharse al escuchar “Lágrima” en la voz de Dulce
Pontes. Coincidió además, que por aquellas fechas se había creado en mi ciudad
la Asociación de Amigos del Fado de Asturias, una entidad a la que me sentí
ligado desde un primer momento tras asistir a la charla de presentación con la
que se daban a conocer y de la que comencé a formar parte de inmediato
ofreciéndome a ayudar en todo lo que me fuera posible. Pero sobre todo, desde
ese instante todo mi afán se dirigió a crear con anhelo en mi entorno un amor
como el que yo comenzaba a sentir por todo aquello cercano a la cultura
portuguesa.
Durante los años posteriores participé con diversos puestos
dentro de la dirección de la asociación hasta que un cambio de presidencia y
otros motivos de diversa índole hicieron que esta sufriese un parón de cinco
años. Siempre he pensado que los personalismos son el mayor mal que pueden
sufrir las relaciones entre personas con diferentes formas de pensar y de
actuar y viendo que la asociación caminaba a su final por falta de atención,
decidí, con la colaboración de varias personas, tomar las riendas de la
dirección y dedicarle todo el tiempo y dedicación que, a mi juicio, merecía.
Fue una decisión acertada. Ya jubilado y con todo el tiempo del mundo, he hecho
de este trabajo una razón de vida y hasta ahora, siete años después, nunca me
he arrepentido de haber tomado aquella decisión.
Como presidente de la asociación he intentado siempre huir
de ejercer una dirección basada en un criterio único y por el contrario he
intentado que cada uno de los socios contribuya de forma activa en cada una de
las actividades llevadas a cabo.
El conocimiento y el estudio del fado me han abierto las
puertas de un país que me ha ido calando poco a poco y con el tiempo, son
muchos otros los aspectos de su cultura por los que me he ido interesando. Así,
he viajado por toda su geografía, conocido sus maravillosas ciudades y sus
pequeños pero entrañables pueblecitos, su gastronomía, sus fiestas…pero sobre
todo sus gentes y ese espíritu, ese sentimiento, esa “saudade” que invade toda
la vida lusitana, que les hace tan especiales, que como dice Ángel Prieto en
una de sus obras” rodea ese misterioso canto del alma” y que con el tiempo he
hecho mía.
Creo que en el fado se podría resumir toda la idiosincrasia
del pueblo portugués, su sencillez pero a su vez su profundidad en su hacer y
su sentir. Y es que después de aquella primera canción de Amalia han pasado por
mi vida muchas otras, que me han enseñado, que no es fadista quien canta Fado
sino quien vive por y para el Fado.
Dice Daniel Gouveia en uno de sus libros que “al fado todo
se canta” y yo añadiría, con su consentimiento, que siempre y cuando lo que se
cante sea una muestra de lo que ellos mismos llaman “portugalidade” concepto
este para mí imprescindible para entender, vivir y sentir esta forma de
expresión exclusivamente portuguesa. Y es que para lograr entender realmente
qué es el fado es necesario pensar y vivir como un portugués y sentir esa
melancolía, esa “saudade” que solo desde el alma lusa se puede llegar a
comprender y a vivir desde la raíz. Porque aunque nos pese, la realidad es que
a aquellos que no lo somos, ni residimos allí, el conocimiento de toda esa
cultura de fado nos llega tan lejana, desordenada e incluso contaminada por los
intereses comerciales que nada tiene que ver con cómo un lisboeta comienza a
conocer la cultura del fado desde niño hasta que se convierte en adulto.
En mi caso comencé escuchando a la mejor, a Amalia, luego a
Dulce Pontes o a Carlos do Carmo, figuras ya consagradas que nos reportan un
concepto irreal de lo que es la verdadera esencia del fado. Tan solo tras mucho
viajar y adentrarse en el género uno empieza a familiarizarse con conceptos
como vadío o amador que nos acercan a la verdadera realidad que se vive y
escucha en las tascas, en cada rincón de Portugal. Ese fado que se canta, en
muchos casos, tan solo por un copinho de vino, desde el alma, auténtico,
sentido, desgarrado y orgulloso.
Quiero dar las gracias a aquel grupo de amigos que en el año
2002 tuvieron el valor y la pasión de necesaria para iniciar un camino que
espero no tenga fin y que cumpla con los fines para los que fue creada: la de
extender el fado y toda la cultura portuguesa .Y ya por último agradecer
igualmente a todos cantantes, músicos, letristas, artesanos de guitarras y
sobre todo a todos aquellos que cada día, en cualquier rincón, en cualquier
momento se detienen a entonar un fado.
¡Viva el fado!
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