martes, 12 de abril de 2016

Cultura De Fado

Ramón Gª Ovide

Presidente Asociación Amigos del Fado de Asturias

Quizá debería empezar diciendo que escribo estas estas líneas sin otra pretensión que dejar constancia de mi propio sentir, de mi experiencia y de mi particular forma de entender la cultura del fado que da título a este texto. Tras ir conociendo poco a poco este canto, he comprendido que un fado es para mí mucho más que una simple canción. Es un lenguaje con el que el cada portugués da a conocer sus alegrías y sus penas, una forma de expresión que hermana en el terreno y en el tiempo a todo un pueblo, un nexo entre su historia, su literatura, su gastronomía, sus festejos, su religión, etc.

He intentado recabar en mi memoria, los primeros recuerdos que conservo ligados al fado y con viveza me llegan a la mente aquellos años de mi infancia en San Juan de la Arena. Corría el año 1956 cuando con tan solo ocho años pude escuchar a la que entonces era la mayor y casi única representante de la música portuguesa de la época, la gran Amalia Rodríguez entonando “Una casa portuguesa”.




Pasarían los años hasta que en 1989 durante un viaje vacacional con mi familia a Lisboa sintiese revivir ansioso ese deseo de acercarme a escuchar esa música maravillosa que permanecía latente en mí a la espera de ser descubierta en todo su esplendor. En el lugar en el que nos alojábamos, una de las guías recomendaba tomar un taxi y dejarse llevar por los taxistas a aquellos lugares donde el fado se daba cita cada noche. Sin embargo no fue posible hacerlo. El horario nocturno en el que se desarrollaban los espectáculos impidió que así fuese, habiendo que dejarlo para otra ocasión.

De nuevo pasaron los años. Sería en 2002 cuando la pasión por el canto lisboeta, renació en mí tras tanto tiempo aletargado e inundó mi corazón para ya nunca más marcharse al escuchar “Lágrima” en la voz de Dulce Pontes. Coincidió además, que por aquellas fechas se había creado en mi ciudad la Asociación de Amigos del Fado de Asturias, una entidad a la que me sentí ligado desde un primer momento tras asistir a la charla de presentación con la que se daban a conocer y de la que comencé a formar parte de inmediato ofreciéndome a ayudar en todo lo que me fuera posible. Pero sobre todo, desde ese instante todo mi afán se dirigió a crear con anhelo en mi entorno un amor como el que yo comenzaba a sentir por todo aquello cercano a la cultura portuguesa.



Durante los años posteriores participé con diversos puestos dentro de la dirección de la asociación hasta que un cambio de presidencia y otros motivos de diversa índole hicieron que esta sufriese un parón de cinco años. Siempre he pensado que los personalismos son el mayor mal que pueden sufrir las relaciones entre personas con diferentes formas de pensar y de actuar y viendo que la asociación caminaba a su final por falta de atención, decidí, con la colaboración de varias personas, tomar las riendas de la dirección y dedicarle todo el tiempo y dedicación que, a mi juicio, merecía. Fue una decisión acertada. Ya jubilado y con todo el tiempo del mundo, he hecho de este trabajo una razón de vida y hasta ahora, siete años después, nunca me he arrepentido de haber tomado aquella decisión.

Como presidente de la asociación he intentado siempre huir de ejercer una dirección basada en un criterio único y por el contrario he intentado que cada uno de los socios contribuya de forma activa en cada una de las actividades llevadas a cabo.

El conocimiento y el estudio del fado me han abierto las puertas de un país que me ha ido calando poco a poco y con el tiempo, son muchos otros los aspectos de su cultura por los que me he ido interesando. Así, he viajado por toda su geografía, conocido sus maravillosas ciudades y sus pequeños pero entrañables pueblecitos, su gastronomía, sus fiestas…pero sobre todo sus gentes y ese espíritu, ese sentimiento, esa “saudade” que invade toda la vida lusitana, que les hace tan especiales, que como dice Ángel Prieto en una de sus obras” rodea ese misterioso canto del alma” y que con el tiempo he hecho mía.

Creo que en el fado se podría resumir toda la idiosincrasia del pueblo portugués, su sencillez pero a su vez su profundidad en su hacer y su sentir. Y es que después de aquella primera canción de Amalia han pasado por mi vida muchas otras, que me han enseñado, que no es fadista quien canta Fado sino quien vive por y para el Fado.

Dice Daniel Gouveia en uno de sus libros que “al fado todo se canta” y yo añadiría, con su consentimiento, que siempre y cuando lo que se cante sea una muestra de lo que ellos mismos llaman “portugalidade” concepto este para mí imprescindible para entender, vivir y sentir esta forma de expresión exclusivamente portuguesa. Y es que para lograr entender realmente qué es el fado es necesario pensar y vivir como un portugués y sentir esa melancolía, esa “saudade” que solo desde el alma lusa se puede llegar a comprender y a vivir desde la raíz. Porque aunque nos pese, la realidad es que a aquellos que no lo somos, ni residimos allí, el conocimiento de toda esa cultura de fado nos llega tan lejana, desordenada e incluso contaminada por los intereses comerciales que nada tiene que ver con cómo un lisboeta comienza a conocer la cultura del fado desde niño hasta que se convierte en adulto.

En mi caso comencé escuchando a la mejor, a Amalia, luego a Dulce Pontes o a Carlos do Carmo, figuras ya consagradas que nos reportan un concepto irreal de lo que es la verdadera esencia del fado. Tan solo tras mucho viajar y adentrarse en el género uno empieza a familiarizarse con conceptos como vadío o amador que nos acercan a la verdadera realidad que se vive y escucha en las tascas, en cada rincón de Portugal. Ese fado que se canta, en muchos casos, tan solo por un copinho de vino, desde el alma, auténtico, sentido, desgarrado y orgulloso.

Quiero dar las gracias a aquel grupo de amigos que en el año 2002 tuvieron el valor y la pasión de necesaria para iniciar un camino que espero no tenga fin y que cumpla con los fines para los que fue creada: la de extender el fado y toda la cultura portuguesa .Y ya por último agradecer igualmente a todos cantantes, músicos, letristas, artesanos de guitarras y sobre todo a todos aquellos que cada día, en cualquier rincón, en cualquier momento se detienen a entonar un fado.

¡Viva el fado!

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